“FORMAR AL HOMBRE NUEVO EN LA NUEVA COMUNIDAD”. PJK.
El Área de Formación, tiene por objetivo asegurar el carisma pedagógico y espiritual del Padre José Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstatt en los procesos que impulsa el colegio para toda la comunidad escolar. Es la responsable de la implementación del Proyecto Educativo conducente al desarrollo orgánico de los alumnos con énfasis en el desarrollo personal y social, incluyendo la dimensión espiritual, ética, moral, afectiva y física de la persona.
Nos hemos propuesto educar en la vivencia de la fe; educar a la persona para que llegue a ser plenamente ella misma, según el Plan de Dios; educar en comunidad, sustentándose en vínculos sólidos; educar para la excelencia, de modo que cada alumno(a) desarrolle con el máximo esfuerzo todas sus potencialidades; y educar para servir en la sociedad para que reconozcan en ella las necesidades, como posibilidad de respuesta personal y construcción de un nuevo orden social inspirado en valores cristianos.
Vivimos en el Chile de hoy. En el proceso formativo está esencialmente incorporada la dimensión social porque no queremos hombres-islas o comunidades-burbujas, esto significa que, no sólo se forma en espíritu familiar y se promueven los vínculos, sino especialmente que se desarrolla la sensibilidad y la acción social, para que se comprometan en la construcción de un nuevo orden social, conforme a la Doctrina Social de la Iglesia.
La apertura hacia el más necesitado, es un aspecto fundamental en la formación de alumnos y alumnas, esto no es periférico al interés del colegio, sino es parte constitutiva de la formación que él entrega. El desarrollo de los talentos recibidos como un don que hay que cultivar para entregarlo a los demás, es tarea para toda su vida.
En síntesis, el colegio considera que la formación es un proceso continuo que los lleva a que se conozcan a sí mismos, se descubran y se formen como hombres y mujeres, que desarrollen su autoestima como hijos amados de Dios y lleguen a la aceptación realista de sí mismos; que vivan profundamente su fe y que desarrollen en ellos la capacidad de reflexión, el amor por la verdad, la capacidad de plantearse y de actuar frente a situaciones nuevas de acuerdo a los valores vividos en el colegio; la capacidad de actuar por propia decisión y de asumir las consecuencias de sus propias acciones; la posibilidad de establecer vínculos duraderos y el esfuerzo por auto educarse; y, finalmente, la conciencia de que su actuar cotidiano como hombre y como mujer es una tarea que contribuye a la construcción de la historia personal y social que conduce a los hombres hacia Dios.