
Juanita Enriqueta Fernández Solar, más conocida como Santa Teresa de Los Andes, celebra sus treinta años de su canonización, momento en que su sonrisa, de una joven de 20 años, ha pasado a la historia de nuestra patria y a la historia de la Iglesia Universal por su santidad de vida y ser modelo para los católicos.
Santa Teresa de Los Andes nos espera en su santuario, dedicado a la Reina de Chile: Nuestra Señora del Carmen. Su casa se encuentra en Auco, comuna de Rinconada de Los Andes, inserta en la naturaleza, en la tranquilidad de los árboles, de los cerros y animales que reciben con los brazos y el corazón abiertos para ayudarnos a encontrarnos con Dios en la que se considera la capital espiritual de Chile.
El Papa Francisco muestra a Teresita como un modelo de santidad para los jóvenes chilenos, ha dicho que en ella vemos la “Santidad de una Chica de ustedes, que se apropió de la santidad”. Que con sus pocos años de vida en la tierra asumió la santidad en toda su vida, en plenitud, que no tuvo miedo de vivir una vida distinta junto a su amado.
Dejó una vida cómoda social y económicamente y supo entregar el sufrimiento de la enfermedad del tifus a Dios, con la alegría de ir pronto al encuentro de su esposo Jesucristo, por el cual moría de amor.
Para estos tiempos, Teresa es un ejemplo y un modelo, cuando Dios parece quedar a un lado de la sociedad y de nuestra vida diaria. San Juan Pablo II ya lo decía: “Dios la ha hecho brillar, de modo admirable la luz de su Hijo Jesucristo, para que sirva de faro, de guía a un mundo que parece cegarse con el resplandor de lo divino. A una sociedad secularizada que vive de espaldas a Dios” […] Teresita, como decía Juan Pablo II: “ofrece el íntegro testimonio de una existencia que proclama a los hombres y mujeres de hoy, que en el amar, adorar y servir a Dios están las grandezas del gozo, la libertad y la realización plena de la criatura humana”.
Los jóvenes, en especial los de nuestro colegio y los que se preparan para su sacramento de la confirmación, debiesen volver a mirar con los ojos de Teresita la realidad que nos rodea, sentir el amor de Dios en nuestras vidas y transmitirlo hacia los demás. Debiésemos mirar, nuevamente, a esta Hija predilecta de la Iglesia Chilena, que nos ha mostrado en su sencillez, en su humildad, en su sufrimiento y su entrega a Dios la forma de vida cristiana. El Papa San Juan Pablo II, en la Misa de Canonización el 21 de marzo de 1993, afirmaba: «A una sociedad secularizada, que vive de espaldas a Dios, esta carmelita chilena, que con vivo gozo presento como modelo de la perenne juventud del Evangelio, ofrece el límpido testimonio de una existencia que proclama a los hombres y mujeres de hoy en el amar, adorar y servir a Dios están la grandeza y el gozo, la libertad y la realización plena de la criatura humana. La vida de la bienaventurada Teresa grita quedamente desde el claustro: ¡Sólo Dios basta!»