
Prof. Mg Ricardo Ramírez Basualdo.
Profesor de filosofía y religión Colegio Sagrada Familia
Fuera de los muros de la antigua Roma se encuentra un Templo que alberga un sarcófago del siglo I o II después de Cristo, en él se encuentran rastros de tejido de lino, incienso y fragmentos óseos humanos de aquella época. Estos restos son los de San Pablo, el mismo que celebramos junto a San Pedro el día 29 de junio. ¿Pero quién es San Pablo?
Saulo (su nombre judío), es judío, nació el año 8 d.C en Tarso de Cilicia. Nació en tierras helénicas, pero tenía la ciudadanía romana, lo que lo hace ser un personaje en quien confluían distintas culturas. Era un hombre con un espíritu polémico, que era capaz de atacar la ley judía con la misma fuerza con la que la defendía. Fue un hombre que encontró en el cristianismo una gran amenaza para la religión judía y por ello los persiguió con mucho empeñó. Pero, sin embargo, llegó a ser uno de los fundamentos de la Iglesia de Cristo junto con Pedro. A tal punto, que Dios su vida por su fe en Cristo.
Pablo no conoció a Jesús físicamente, pero, sin embargo, en un momento de su vida, mientras iba a de camino a Damasco persiguiendo cristianos, Cristo se le aparece y le deja ciego con la luz que ilumina su vida y se convierte al cristianismo (Hechos, 9, 3- 9). Pablo, sin pertenecer a los doce, se convierte en apóstol de Jesucristo (Rm 1, 1),cumpliendo su misión de llevar el cristianismo a quienes no lo conocían y a aquellos que no creían. Pablo no se convierte al cristianismo por una doctrina ni una filosofía, sino que, por el encuentro con la persona de Cristo, lo cual cambió radicalmente su vida. Este momento de su vida lo acercó a la comunidad primitiva de los cristianos. Desde donde salió a evangelizar y al encuentro de diferentes culturas. Su primer viaje lo realiza a Chipre y al Asia Menor (Hch 15, 6-30); en el segundo se dirige a Atenas (Hch 15,36-18,22). y en el tercero a Éfeso, Galicia y Corinto (Hch 18, 23-21,16). También hay otros viajes que realiza después de estar encarcelado, dirigiéndose a España, Grecia y Asia.
En el segundo viaje me quiero detener, en el cual Pablo visita la ciudad de Atenas, donde se encuentra en el Areópago de la ciudad con muchos filósofos, y les presenta al Dios cristiano como el “Dios desconocido”, como aquel que siempre han venerado con aquel nombre pero, que sin embargo, ha estado con ellos desde siempre (Hechos 17, 22 – 24). En ello se reconoce la facilidad que tuvo San Pablo para transmitir el mensaje cristiano con la lógica y el lenguaje del mundo griego y filosófico, lo cual facilitó la inculturación del Evangelio.
Todo aquello que realizó San Pablo, su conversión, sus viajes, sus diálogos, sus cartas, su entrega total, lo hizo por la fe que se fundamentaba en el amor de Dios. San Pablo nos invita a revestirnos del hombre nuevo que es Cristo, versus el hombre antiguo que identifica en Adán. Reconociendo que somos todos iguales, que “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gal. 3, 28). Para el Apóstol Pablo la unidad es muy importante para la Iglesia cristiana primitiva. Es así como el centro de nuestra fe es Cristo (Ga 2, 20). Y la cruz, nos enseña San Pablo, que era escándalo para algunos, para nosotros es sabiduría, pues nos enseña el verdadero amor del que entrega su vida por los demás. Y, que nos muestra que aquel que murió en la cruz, era hombre que sufrió, pero además Dios que venció la muerte (1 Corintios 1:18, 21-25, 27). Es así como en la “fracción del pan” reconoce aquel misterio del sacrificio. Sacrificio que nos da a nosotros el fundamento de la esperanza, de que Cristo ha muerto y ha resucitado, y nosotros también participaremos de aquella vida eterna (Rm 5, 1 – 5).