Acerca de la Paz

Prof. Mg © Ricardo Ramírez Basualdo.

Profesor de filosofía y religión Colegio Sagrada Familia.

La paz, algo que el hombre siempre ha anhelado, que ha intentado conseguir en su hogar, en su familia, ciudades y naciones. Aunque no siempre lo ha hecho de la manera correcta pues, algunas veces, se ha entendido como el viejo dicho: “si quieres la paz prepárate para la guerra”. Hemos visto los últimos días la crisis política y humanitaria en Venezuela, o los atentados del domingo de Pascua en Sri Lanka con más de 200 fallecidos. En tantas partes del mundo y a lo largo de la historia de la humanidad cuántos niños, jóvenes, ancianos, civiles y militares han muerto sin una noche de paz, sin un día en el que puedan apreciar el sol amanecer sin humo de guerra, ni aviones que bombardeen su seguridad, su calma y su tranquilidad.

En la Eucaristía se dice: “Señor Jesucristo que dijiste a tus Apóstoles: mi paz les dejo, mi paz les doy”, luego nos deseamos la paz entre los que compartimos la celebración de la Eucaristía. Peleamos con un hermano, con un amigo o compañero de curso y nos hacen “hacer las paces” pero ¿qué es la paz? Cuando escucho la palabra paz no puedo no acordarme de un Pastor de nuestra Iglesia universal, que fue un verdadero padre: San Juan XXIII (1881 – 1963), el Papa Bueno, que le tocó vivir las convulsiones y las tensiones originadas por la guerra fría. Nos regaló a todos, no solo a los católicos, un hermoso texto pocos días antes de morir: Pacem in Terris (1963). En la que hacía un llamado de atención y una invitación a todo hombre de buena voluntad para lograr la paz en la tierra. En ella expone que la paz es una profunda aspiración de los hombres a lo largo de toda la historia, y en todos los hombres solo se puede lograr a partir del orden que ha establecido Dios. Junto con ello “la paz ha de estar fundada sobre la verdad, construida con las normas de la justicia, vivificada e integrada por la caridad y realizada, en fin, con la libertad” (Pacem in Terris, 168). En la mentira no podemos encontrar la paz, ni en la falsedad, ni en el engaño, ni el rencor, ni en la hipocresía, ni en el cinismo que muchas veces nos acompañan a lo largo de nuestro día a día.

Un gran pastor que tuvo nuestra Iglesia chilena fue Raúl Silva Henríquez (1907 – 1999) quien afirmaba que para lograr la paz había que trabajar primero por la justicia, tal como lo afirmaba el Papa Bueno. El Cardenal enseñaba que “si alguien nos pregunta ¿qué es la justicia? O si acaso consiste solamente en “no robar”, le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre” (Silva Henríquez, 1973). La justicia es lo que corresponde y el trato mínimo que merece toda persona es que sea tratado como se merece, es decir, como persona. Independientemente de qué país venga, de qué clase social provenga, que nivel económico o educativo posea. Ese trato digno debe ser el fundamento y principio de todo ser humano, respetando sus derechos y deberes que, como afirmaba el Papa Bueno,  son universales e inalienables (Cfr. Pacen in terris, 9).  El Papa Francisco en su visita a nuestra tierra nos animaba, en el parque O’higgins, a trabajar por la justicia y la paz. Para ello, nos recordaba a San Alberto Hurtado del cual afirmaba: que “El trabajador de la paz sabe que no alcanza con decir: no le hago mal a nadie, ya que como decía san Alerto Hurtado: “Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien” (Francisco, Chile, 2018)