
Prof. Mg © Ricardo Ramírez Basualdo.
Profesor de filosofía y religión Colegio Sagrada Familia.
El cuidado de la naturaleza es tarea de todos, esta misión nos ha sido dada por Dios y está plasmado en el libro del Génesis: “Dios los bendijo y les dijo: “sed fecundos y multiplicaos, poblad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y cuantos animales se mueven sobre la tierra” (Gn. 1, 26). Entendiendo el concepto de dominar en tanto se han de ocupar para satisfacer las necesidades humanas, pero no destruyéndolas ni ocupando más de lo necesario, ocupándolos de manera responsable (Cfr. Mater et Magistra, 197). Sólo así se podrá lograr el anhelado desarrollo de las naciones y de la cultura, porque el problema ambiental que actualmente vivimos es un problema social, es un problema que atañe a la ecología en tanto humana. San Pablo VI, nos explicaba que el verdadero y auténtico desarrollo no solo se trata de un crecimiento económico, porque para ser autentico “el desarrollo ha de ser integral, es decir, debe promover a todos los hombres y a todo el hombre” (Pablo VI, Populorum Progressio, 14). Benedicto XVI lo ha vuelto a explicar, afirmando que el desarrollo se debe dar en la totalidad de todo el hombre y de todos los hombres. En nuestra época y sociedad el respeto a la persona humana parece verse debilitada, el respeto por sí mismo ha de ser prioritario, porque sería una contradicción respetar la naturaleza y no respetarse a sí mismo o no respetar la dignidad de la persona humana, quien tiene un valor en si mismo y por si mismo.
Lo dicho anteriormente podría ser, a modo de resumen, algunas fuentes principales que sustentan el llamado del Papa Francisco a cuidar de la naturaleza, de nuestra “casa común”. El planeta tierra es nuestra casa, es nuestro hogar, que lo compartimos con nuestros hermanos y que debemos cuidarlo y protegerlo entre todos. Una manera poco eficaz de cuidar y de someter esta casa común ha hecho entrar y perpetuarse en nuestra sociedad, la que el Papa Francisco denomina la cultura del descarte. Vivimos en una sociedad en que se descarta al anciano, a los enfermos, jóvenes y a los enfermos. Así también se descartan los residuos y desperdicios que cada persona produce en su diario vivir, convirtiéndose en basura y logrando que el planeta tierra esté lleno de “porquerías”. Si no limpiamos nuestro hogar nos enfermamos y podemos morir, así también nos puede pasar con nuestro planeta si no lo descontaminamos y paramos de utilizar sus recursos de manera descontrolada. El Papa Francisco llama a reconocer esta ecología desde la relación entre los hombres y la naturaleza, porque ambos se degradan juntos. Esta degradación sabemos que, lamentablemente, afectará a las futuras generaciones. Por tanto, cualquier medida que se tome es una solidaridad que va más allá de nuestra generación, porque tendrá resultados para nuestros hijos y nietos que recibirán una casa en destrucción, a punto de caerse, con una calidad ambiental y de vida mucho peor que la nuestra. Por ello, ocupemos los instrumentos, estudios y avances científicos para ser capaces de reconocer la mano de Dios en toda la creación. Ya lo decía Juan Pablo II: “El hombre sabe cada vez más acerca de las riquezas del cosmos, pero al mismo tiempo puede fallar en reconocer que estas vienen de la mano del Creador” (1994). Comencemos esta tarea en nuestros hogares, en nuestras familias y como comunidad de colegio hagamos vida las palabras del Papa Francisco que es en la familia donde se “se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de las cosas, el orden, la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados” (Laudato Si, 213)